Para lograr crear una buena estrategia de mercadotecnia, se debe determinar la madurez del mercado o el ciclo de vida del producto. Todos los mercados atraviesan por cuatro etapas principales: introducción, crecimiento, madurez y declive. Cada una de estas etapas requiere enfoques estratégicos diferentes, ya que la dinámica de la competencia, la demanda, los consumidores y las oportunidades de crecimiento varían significativamente en cada fase.
Introducción
La etapa de introducción es el punto de partida, donde la necesidad que este busca satisfacer recién comienza a ser reconocida por el mercado. En algunos casos, la necesidad puede no haber sido identificada previamente, o la tecnología necesaria para satisfacerla podría haber sido inexistente hasta este momento. Como resultado, esta fase se caracteriza por ventas iniciales bajas y altos costos operativos para la empresa, ya que aún no se han optimizado los procesos de producción y distribución (Kotler & Keller, 2016[1]).
Durante esta etapa, las utilidades suelen ser negativas, ya que las empresas están realizando inversiones significativas para ganarse la confianza del consumidor y establecer una base en el mercado. La apuesta es alta: se invierte en la creación de demanda y en la educación del consumidor sobre un producto que es nuevo para el mercado. Para facilitar esta introducción, es crucial que el producto sea sencillo, fácil de entender y de utilizar. Esto es especialmente importante porque, al ser un producto nuevo, debe ser presentado de manera que los consumidores puedan comprenderlo y adoptarlo sin dificultades (Rogers, 2003[2]).
En términos de precios, estos tienden a estar más cerca del costo de producción durante la fase de introducción. En este punto, la demanda aún no se ha desarrollado plenamente, y la empresa debe enfocarse en generar esa demanda. Con el tiempo, y a medida que la demanda crezca, se podrán implementar estrategias de precios más rentables.
La distribución durante la introducción debe ser selectiva. Dado que la empresa no puede permitirse gastar grandes cantidades de dinero en colocar el producto en todos los canales posibles, es fundamental dirigir los esfuerzos de distribución hacia aquellos segmentos del mercado que sean más propensos a adoptar la innovación tempranamente. La promoción, por su parte, debe centrarse en informar al público sobre las funcionalidades y beneficios del producto. Dado que es un producto nuevo, la clave es que los primeros consumidores entiendan claramente cómo utilizarlo, lo que les permitirá recomendarlo a otros, fomentando así la adopción (Moore, 2002[3]).
En resumen, la etapa de introducción es un período crucial en el que la empresa debe centrarse en construir una base sólida para el producto en el mercado. Esto se logra a través de una combinación de simplicidad en el diseño del producto, precios estratégicos, distribución selectiva y una comunicación clara y educativa que permita a los consumidores iniciales convertirse en defensores del producto.
Crecimiento
En esta fase, las ventas comienzan a aumentar sustancialmente, ya que un mayor número de consumidores están dispuestos a adquirir el producto. Como se mencionó en el apartado sobre la Actitud ante el producto, el producto ha logrado captar la atención de los Innovadores (2.5% del mercado) y comienza a atraer a los Primeros Seguidores (13.5% del mercado), quienes muestran un interés creciente en la adopción de la nueva oferta (Rogers, 2003[2]).
Durante esta etapa, la empresa experimenta mejoras en sus economías de escala. Las dificultades iniciales del mercado han sido superadas, permitiendo a la empresa realizar ajustes que optimizan la producción y distribución. Con el aumento de las ventas, la empresa también tiene la oportunidad de incrementar el volumen de compras de materia prima a sus proveedores, lo que le otorga un mayor poder de negociación para reducir costos y, en consecuencia, aumentar sus márgenes de utilidad (Kotler & Keller, 2016[1]).
Además, la empresa ha podido recopilar información valiosa de los consumidores iniciales, lo que le permite ajustar y mejorar el producto. En esta etapa, ya no es necesario enfocarse exclusivamente en ofrecer un producto sencillo; el mercado ha desarrollado una comprensión básica de su funcionamiento, lo que abre la puerta a introducir mejoras y características adicionales que puedan atraer a una audiencia más amplia.
Sin embargo, aunque el producto comienza a establecerse en el mercado, su precio debe seguir siendo competitivo para continuar penetrando en nuevos segmentos, como la Mayoría Precoz (34% del mercado), quienes representan un grupo clave para alcanzar una adopción masiva (Moore, 2002[3]). El precio, aunque ya no tan bajo como en la etapa de introducción, debe seguir siendo lo suficientemente atractivo para fomentar la expansión del mercado.
En términos de distribución, esta fase requiere una intensificación de los esfuerzos para llevar el producto a un mayor número de consumidores. La distribución debe ampliarse para asegurar que el producto esté disponible en los canales adecuados donde los nuevos consumidores puedan acceder a él fácilmente.
La promoción, por su parte, debe seguir centrándose en informar al consumidor. Aunque el producto ha comenzado a ganar popularidad, es importante que la comunicación siga siendo clara y educativa, asegurando que los consumidores comprendan completamente qué se ofrece y cómo utilizar el producto. Esta claridad en la comunicación es esencial para convencer a los consumidores más cautelosos de que se sumen a la tendencia y prueben el producto.
En resumen, la etapa de crecimiento es un período crucial en el que la empresa debe capitalizar el aumento de ventas, mejorar la eficiencia operativa y expandir su presencia en el mercado. Una estrategia bien diseñada en esta fase puede consolidar la posición del producto y preparar el camino para una mayor adopción en el mercado masivo.
Madurez
La etapa de madurez es un periodo crítico en el ciclo de vida de un producto, caracterizado por la aceptación generalizada en el mercado y ventas que alcanzan su punto máximo. En esta fase, los costos de producción y operación deberían estar en su nivel más bajo, beneficiándose de las economías de escala, la implementación de estrategias lean, y un poder de negociación fortalecido tanto con proveedores como con distribuidores. Como resultado, las utilidades alcanzan su punto máximo, y el objetivo principal de la empresa es mantener esta rentabilidad durante el mayor tiempo posible.
Sin embargo, la madurez del mercado también atrae a nuevos competidores que buscan capitalizar el éxito del producto. Este incremento en la competencia requiere que las empresas enfoquen sus esfuerzos en la diferenciación para mantener su posición de liderazgo. La diferenciación del producto se convierte en una estrategia clave, que puede incluir la creación de nuevas líneas de productos que abarquen diferentes segmentos de mercado, así como mejoras y actualizaciones que refuercen la propuesta de valor única del producto (Porter, 1980[4]).
En cuanto a la promoción, el enfoque debe estar en comunicar claramente las ventajas competitivas del producto y en reforzar su identidad única en la mente del consumidor. La publicidad y las estrategias de marketing deben resaltar por qué el producto es superior o diferente a las alternativas disponibles, lo que justifica su elección en un mercado saturado.
La distribución también juega un papel crucial en esta etapa. Dado que el mercado ha alcanzado su madurez, es fundamental maximizar la presencia del producto en todos los canales posibles. El objetivo es asegurar que el producto esté disponible para la mayor cantidad de consumidores posible, optimizando la cobertura del mercado y facilitando el acceso a los clientes potenciales (Levitt, 1965).
En resumen, la etapa de madurez es una fase en la que las empresas deben concentrarse en la diferenciación y en la maximización de la eficiencia operativa. Mantener la rentabilidad en un mercado competitivo requiere innovación continua, una sólida estrategia de marketing y una distribución eficaz que permita llegar a la mayor cantidad de consumidores posible.
Declive
La etapa de declive es una fase inevitable en el ciclo de vida de un producto, caracterizada por una disminución gradual en las ventas. Esta caída puede deberse a la aparición de nuevas tecnologías que satisfacen la misma necesidad de manera más eficiente, o porque las preferencias del mercado han evolucionado y el producto ha perdido atractivo. A pesar de esta tendencia descendente, todavía queda una porción del mercado representada por la Mayoría Tardía (34% del mercado) y los Rezagados (16% del mercado), que pueden seguir demandando el producto.
Durante esta etapa, los costos de producción suelen mantenerse bajos, lo que ofrece a la empresa una última oportunidad para maximizar las utilidades antes de que el producto sea descontinuado. La estrategia en este punto debería centrarse en liquidar los inventarios restantes y en planificar la transición hacia nuevas oportunidades de negocio. Un ejemplo ilustrativo es la industria del fax: una vez que el mercado alcanzó la madurez y comenzó a declinar, las compañías de fax tuvieron que decidir cómo redirigir sus recursos. Aunque aún existen empresas que venden máquinas de fax, las grandes compañías comprendieron que el ciclo de vida de este producto estaba llegando a su fin, lo que les permitió enfocar sus esfuerzos en tecnologías emergentes (Levitt, 1965[5]).
En la fase de declive, los productos suelen experimentar una reducción de precios para incentivar las ventas restantes. La inversión en promoción debe ser minimizada, dado que la rentabilidad del producto está en declive y los recursos pueden ser mejor empleados en otras áreas. Asimismo, la distribución debe ser selectiva, concentrándose en aquellos mercados donde aún es posible obtener algún beneficio.
Es importante recordar que los productos no siempre atraviesan estas etapas de manera simultánea en todos los mercados. Un producto que está siendo descontinuado en mercados avanzados, como Europa, puede seguir teniendo demanda en regiones como América Latina, África o Asia. Por lo tanto, la estrategia de distribución en esta etapa debe adaptarse para concentrarse en los mercados donde el producto aún tiene valor y puede generar ingresos (Rogers, 2003[2]).
En resumen, la etapa de declive requiere una gestión cuidadosa para maximizar las utilidades remanentes y planificar una transición efectiva hacia nuevas oportunidades de negocio. La clave es ajustar precios, reducir costos de promoción, y enfocar la distribución en mercados específicos donde el producto todavía tiene demanda.
Si te ha gustade el articulo, descubre más sobre estos temas descargando nuestro eBook, ¡tu guía esencial para impulsar el éxito de tu negocio! Has click aqui...
[1] Kotler, P., & Keller, K. L. (2016). Marketing Management (15ª ed.). Pearson.
[2] Rogers, E. M. (2003). Diffusion of Innovations (5ª ed.). Free Press.
[3] Moore, G. A. (2002). Crossing the Chasm: Marketing and Selling High-Tech Products to Mainstream Customers. HarperBusiness.
[4] Porter, M. E. (1980). Competitive Strategy: Techniques for Analyzing Industries and Competitors. Free Press.
[5] Levitt, T. (1965). Exploit the Product Life Cycle. Harvard Business Review.